Héctor Rodríguez Torres (1951). Primer campeón olímpico en la historia del judo en Cuba y Latinoamérica. Logró su hazaña en los Juegos Olímpicos de Montreal (1976), en la división de los 63 kilogramos.
Héctor Rodríguez nació en el poblado de Guanajay, en las cercanías de La Habana, el 12 de agosto de 1951. A los trece años de edad ingresó en un gimnasio de su localidad; al ver las prácticas de judo, decidió dedicarse a ese deporte, en el que lo inició el profesor Mario García. Matriculó en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) de Pinar del Río en 1966. Al año siguiente tomó parte en los Juegos Nacionales Escolares, en los que terminó con medalla de bronce.
Meses después integró la preselección nacional cubana de judo y comenzó a cosechar triunfos dentro y fuera de su país. Su primera gran prueba fue la de los Juegos Olímpicos de Munich (República Federal de Alemania), en septiembre de 1972. Su debut en esa cita no pudo ser más impresionante, pues en menos de medio minuto de pelea aplicó una técnica de uchi mata al filipino Renato Repuyán que decretó el ippón. En el combate siguiente derrotó por yuko al polaco Marian Talaj. Los jueces lo desfavorecieron en semifinales, frente al francés Jean Jacques Mounier, y por decisión de yuko perdió el encuentro y la posibilidad de discutir el primer lugar. Afectado por ese veredicto, enfrentó por la medalla de bronce al coreano Kim Yong-Ik y perdió por ippón. En esa división (de los 63 kilogramos), la presea de oro fue ganada por el japonés Takao Kawaguchi.
En los años siguientes, Héctor Rodríguez continuó perfeccionando otras técnicas de proyección. En 1973, frente a prestigiosos rivales —entre ellos, varios medallistas olímpicos y mundiales— se colocó en un meritorio tercer lugar en el Campeonato Mundial de Lausana, Suiza. Sin que en esa ocasión hubiera dudas, superó categóricamente al mismo Jean Jacques Mounier, su contendiente de Munich.
En 1974 participó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santo Domingo, República Dominicana, donde terminó con la medalla de plata, una vez más perjudicado por las decisiones arbitrales en el combate final. Al año siguiente hizo su debut en Juegos Deportivos Panamericanos en la cita de Ciudad de México, pues no había asistido a la anterior, en Cali, Colombia (1971). Llegó a la ronda final de la división de los 63 kilogramos frente a quien consideró su principal adversario, el canadiense Brad Farrow, un judoca muy poderoso que entrenaba en Japón, el cual lo venció por la medalla de oro.
La gran hazaña de Héctor Rodríguez ocurrió en 1976, en los Juegos Olímpicos de Montreal. Ya era un atleta de experiencia en esa clase de citas, conocido en diferentes escenarios del mundo. Mientras se preparaba para la lid de Canadá, padeció de una severa hepatitis que lo obligó a abandonar los entrenamientos y lo sumió en un reposo absoluto. Esto le hizo aumentar de peso más de lo debido, haciendo peligrar su participación. Sin embargo, una vez recuperado se sometió a una dieta rigurosa y recuperó su peso habitual de 63 kilogramos, sin abandonar las arduas sesiones de preparación.
Se presentó en la sala Maurice Richard, de Montreal, con el propósito de llegar a lo más alto del podio de premiaciones. Su primer enfrentamiento no pudo realizarse por ausencia de su adversario, el camerunés Emmanuel Abolo. Una hora después fue convocado para su segundo encuentro, frente al polaco Marian Standowicz, un judoca experimentado y de gran dominio técnico. En las postrimerías del combate, el cubano logró una proyección de ushi gari (técnica de caderas), con la que consiguió una cerrada victoria. El portugués José Pinto, en el combate siguiente, poco pudo frente él, que a los dos minutos y medio de pelea le aplicó su técnica preferida de uchi mata para decretar el ippón. Con eso ya se posicionaba en medallas, pero le quedaban otros dos pleitos para alcanzar la de oro. En las semifinales sacó a relucir toda su técnica y su velocidad de manos y piernas, para superar también con su arma predilecta, el uchi mata, al húngaro Jozsef Tunczik, pero en la pelea se resintió de una antigua lesión. Por la medalla de oro y la gloria olímpica enfrentó al coreano Chang Eun-Yung, quien trató por todos los medios de atacar su debilidad, y, en un momento de la pelea, el médico Raúl Mazorra tuvo que colocarle vendajes, pues tenía dos costillas fracturadas. Pero aun vendado, sufriendo fuertes dolores y en un verdadero alarde de coraje, Héctor Rodríguez, quien ya tenía ligera ventaja de dos kokas, logró una espectacular proyección que le dio la victoria final.
Su triunfo en Montreal marcó un antes y un después para el judo del continente americano. Tuvo muchos oponentes, por lo que se hizo la exigencia de incrementar su nivel de preparación en cada una de las competencias posteriores.
No obstante, las lesiones continuaron aquejándolo, pues el judo es un deporte altamente traumatizante, en el cual los atletas reciben innumerables golpes. Mas, gracias a su esfuerzo y a sus rápidas recuperaciones, pudo asistir a varios torneos internacionales, en los cuales logró algunas victorias, pero también sufrió derrotas.
En 1979 se presentó en los Juegos Deportivos Panamericanos de San Juan, Puerto Rico. Con los cambios de divisiones implementados por la Federación Internacional, desapareció la de los 63 kilogramos, y Héctor Rodríguez compitió en una nueva división, de los 65 kilogramos. Por el pase a la final volvió a caer frente el canadiense Brad Farrow, aunque terminó en el podio con la medalla de bronce.
A los Juegos Olímpicos de Moscú (1980) llegó con 29 años de edad y lleno de lesiones, pero era el primer judoca de su país y, además, el campeón defensor. Sin embargo, falló en su primer combate ante el soviético Nikolai Solodujin, por ippón, a los dos minutos y medio. Fue arrastrado en el organigrama, pero en la siguiente pelea perdió por ventaja mínima de koka frente al checo Jaroslav Kriz.
Poco tiempo después decidió colgar el judogui y alejarse definitivamente de los tatamis como competidor, pero siguió vinculado al judo. Primero, se dedicó a entrenar a los atletas juveniles de su país que integraban el equipo nacional. Posteriormente pasó a las categorías femeninas, y gracias a sus enseñanzas las cubanas ganaron el Campeonato Mundial Juvenil efectuado en la ciudad de Dijon, Francia. Fue asesor de la comisión técnica nacional, y cumplió misiones de colaboración en varios países de América Latina. Desde 1998, trabaja en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, España, en el que ha tenido resultados importantes.
Fue una de las figuras más destacadas del judo en las divisiones de los 63,5 y los 65 kilogramos en su época de esplendor, al punto de que varios maestros de ese deporte, algunos de ellos japoneses, mostraban asombro por la brillante técnica del pequeño atleta cubano, de apenas 1,63 metros de estatura.
Héctor Rodríguez forma parte del salón de la fama de la Unión Panamericana de Judo, y es uno de los cien mejores deportistas del siglo XX en Cuba.
Bibliografía
Forbes, Irene, Ana María Luján y Juan Velázquez: Famosos y desconocidos. Cubanos en Juegos Olímpicos, Ediciones Unión, La Habana, 2003.
Masjuán, Miguel Ángel y Juan de las Cuevas: Personalidades del deporte cubano, Editorial Científico-Técnica, La Habana, 2008.
Ortega, Víctor Joaquín: Las olimpiadas de Atenas a Moscú, Editorial Gente Nueva, La Habana, 1979.