EL JUDO FEMENINO, “NI JUDO,
NI FEMENINO”?
Durante años la mujer ha sido injustamente relegada a un segundo plano. La lucha por la igualdad no sólo se ha librado en el marco social, político o laboral. La lucha por la igualdad la encontramos en muchos otros ámbitos, como es el deportivo.
Aristóteles creía que las mujeres no éramos más que hombres incompletos, débiles y defectuosas por naturaleza. Y este pensamiento también ha existido durante años en el mundo deportivo. En los orígenes de las olimpiadas, 776 A.C, la mujer no podía participar y se cree que tampoco presenciar las competiciones masculinas (existían unos juegos exclusivos para ellas en honor a la Diosa Hera).
El fundador de los Juegos Olímpicos modernos, Pierre de Coubertin, se opuso a la participación femenina durante toda su vida. En el año 1900 la competición femenina se limitaba al golf y al tenis.
Podemos concluir que, la entrada de la mujer al mundo deportivo ha sido tardía y llena de obstáculos. En el mundo del judo no ha sido muy diferente.
La literatura cuenta que Jigoro Kano, fundador del judo, observó que su esposa no presentaba ninguna dificultad a la hora de practicar judo. A raíz de este acontecimiento, permitió a sus sirvientas practicar judo si lo deseaban.
Gracias a Kano, en 1910 ya se enseñaba judo a las alumnas de las escuelas secundarias, en 1925 se realizó en el Kodokan la primera competición femenina y en el año 1926 se abrió formalmente el joshi-bu (sección femenina) del Kodokan.
Estos “privilegios” hacia la mujer judoka sólo existían en Japón. En la mayoría de países, el judo estaba limitado a los hombres. Recordemos que en esa época la historia se vio marcada por guerras y dictaduras.
El fundador del Judo esperaba que sus alumnos difundieran la práctica del Judo por todo el mundo. Ardua tarea en los tiempos que corrían y más si esa labor la desempeñaba una mujer. En este contexto es de destacar el gran trabajo que realizo Keiko Fukuda.
Keiko Fukuda nace en Tokio en el año 1913. Comienza a practicar judo motivada por los recuerdos que le transmite su abuelo. Este era un maestro de jiujitsu (también fue primer sensei de Kano en dicho arte).
Después de abrir el Joshi-bu (sección femenina) del Kodokan, Kano, invita personalmente a la joven Fukuda a estudiar Judo (como gesto de respeto hacia el abuelo de Keiko Fukuda).
Kano muere en el 1938, dejando la expansión mundial del judo en manos de sus alumnos. Fukuda así lo hizo, durante la II Guerra Mundial, recorre entre bombardeos, las calles de Tokio.
Más tarde, en la década de los 50, viaja a EEUU invitada por un club de judo. Tras dos años en California regresa a Japón, y no es hasta el año 1967 que se establece en California.
Tras una larga lucha contra la normativa que prohíbe a las mujeres obtener más de un 5º Dan, Fukuda se convierte en la primera mujer en ser 6º Dan del Kodokan. El 9º Dan se lo otorga el Kodokan en el año 2006. El 28 de Julio del 2011 la Comisión de Promoción del Judo en EE.UU le hace entrega del 10º Dan.
Otra gran aportación al judo femenino vino de la mano de Rena Kanokogi. Se le atribuye, nada más y nada menos que, la entrada del judo femenino a las Olimpiadas en Seúl, 1988 (a modo de demostración). Incorporándose de forma oficial en Barcelona, 1992.
Rena Kanogi
Kanokogi pasa su infancia y adolescencia en un barrio marginal de Brooklyn, Nueva York. Crece rodeada de violencia y delincuencia, incluso llega a formar parte de una tribu urbana llamada Los apaches.
A los 20 años descubre el judo, pero se encuentra con un obstáculo, el maestro no quiere entrenarla. Tras mucho insistir consigue que la acepten.
Dado que todos sus compañeros eran hombres (muchos de ellos no la aceptan), sufre un sinfín de lesiones. Pero esta situación le ayuda a tener más fuerza y una mejor técnica.
En 1959, fue seleccionada por el equipo de Brooklyn Central para competir en los Campeonatos del Estado de Nueva York. Con el pelo corto y con el pecho vendado intenta pasar desapercibida. Cuando uno de sus compañeros se lesiona, no le queda más remedio que salir a competir. Sale y gana. Consigue que su equipo sea el vencedor.
Tras tremendo éxito, descubren que es mujer y le obligan a renunciar a su medalla. Tendrá que esperar 50 años para colgársela al cuello.
Firme en su convicción de igualar el judo femenino, en 1980 hipoteca su casa para organizar el Primer Campeonato del Mundo en Nueva York. Y posteriormente consigue que se incluya el Judo femenino en las Olimpiadas.
Después de esta gran lucha, en el año 1992, llega la primera Campeona Olímpica Española. Llega el primer Oro Olímpico, de la mano de la judoka Miriam Blasco. Oro que no hubiera sido posible sin la lucha de estas tres mujeres.
Este artículo se escribió con el objetivo de dar visibilidad al judo femenino. En muchas ocasiones escuchamos que en el judo femenino es más sencillo conseguir medalla, por el hecho de ser menos. Por esa misma realidad tenemos más complicado la tarea de entrenar y prepararnos.
En otras ocasiones escuchamos que el judo femenino, ni es judo, ni es femenino. Estereotipos, en tono burlón, que a pesar de que mucha gente opine que no hace daño, si lo hace.
Hemos tardado muchos años en poder entrenar, en competir, nos hemos introducido en el mundo del judo de forma tardía y nuestro camino ha sido complejo. Y a día de hoy, con la ayuda de muchos judokas, seguimos luchando para que se nos respete.
Teresa López Allegue
Psicóloga de A.D. Judo Ferrolterra